Los colores

La vergüenza de los colores

Ya no podemos decir que la vergüenza tiene color, los colores son los que están mostrando la vergüenza que sienten delante de todos.

Los colores cambiaron su rumbo, ya no quieren ser usados para el amor sino para el dolor, para ser avergonzados denunciados en nombre de aquel que los creo.


El rojo no sirve ya para exaltar el amor en todas sus formas, el rojo ahora es el color de la sangre que se derrama en nombre de tantas y tantas cosas.

El negro es el color favorito de todos porque demuestra que en verdad la vergüenza si existe y la mostramos usando este bello color, que cada día tendrá más y más fuerza para mostrar todo lo que no se dice y se piensa.

El blanco ya no significa la pureza, humildad, belleza, ciencia, salud y todas esas cosas que nos inspiraban; sino que es un color vergonzante a pesar de ser bendito como las minas de sal de Manaure en la Guajira, que su blancura hiere los ojos de quien las mira, pero que todos queremos consumirla sin que valga casi nada, a pesar de lo que cuesta extraerla y repartirla en toda la tierra o quizás como la coca que a pesar de ser una planta sagrada y bendita de donde se extrae para sanidad, también sirve para maldecir las naciones.

El amarillo ya se siente demasiado fuerte y está en la calidez de nuestros días, recordando cuando era una bendición un baño de sol acompañado de un playazo, gracias a que el mar ya no quiere invitados, solo quiere que lo dejemos en paz y olvidar que existe algo llamado hombre y va a dejar sus vergüenzas y pecados en él; agostándolo y acabando con su salud y responsabilidades.

El azul ya no quiere aparecer, el cielo o está blanco pálido en girones de luz o se oscurece embravecido por el orgullo de todos aquellos que corren una carrera de vanidad y uniformes, mostrando sus maravillas y naves cada vez más rápidas, ruidosas y que causan desastres en el segundo y tercer cielo, despertando la furia de Dios.

Por eso el favorito es el beige, una combinación suave del color del sol con el blanco que nos muestra nuestra falsedad y falta de sencillez, nos ayuda a aceptarnos y a amarnos y amar a nuestros congéneres.