La lavadora de Margaret

La lavadora de Margaret

Las Mujeres modernas les gusta vestirse bien, tener hijos amistosos, vivir la vida con alegría y descomplicadamente. No contar con los electrodomésticos necesarios para facilitar las labores del hogar, son cosas que pueden hacer la vida muy desanimada y gris, especialmente en los momentos en que más los necesitan.

Este pequeño relato esta basado en la experiencia de la vida real de una amiga que le gusta mantener su hogar en orden y con comodidad.


                  Primero que todo quiero contarles que la familia de Margaret actualmente   esta   compuesta   de  cuatro  miembros  que   comparten la alegría de la vida familiar.

Como todas las mujeres modernas que trabajan, Margaret tiene tareas que hacer para cumplir en su hogar. Aunque como a todas las mujeres en general no le gusta mucho hacer oficio y tener que lavar la ropa de la familia;  Margaret lo hacia todos los sábados, debido a que se quedó sin empleada del hogar.

La lavadora que tenía, era una lavadora muy básica y esto la mantenía disgustada totalmente, debido a que para tener la ropa de la semana lista tenía que usar dos lavadoras iguales, para que le rindiera y sacar la ropa de la familia el día sábado.

Aunque no era mal agradecida,  la lavadora que usaba en esos momentos se la había comprado su suegra un día que la encontró con las manos todas magulladas de estar lavando a mano.

Margaret soñaba con comprar una lavadora grande que lavara, escurriera y dejara la ropa casi seca, también la lavadora debía ser muy grande para poder en una sola lavada dejar limpia una gran cantidad de ropa.

Margaret pensaba en la forma de adquirir la nueva lavadora, cada vez que entraba en los almacenes donde venden electrodoméstico miraba la lavadora de sus sueños. Cada sábado al comenzar la tarea de lavar le pedía a Dios que le diera la lavadora que ella quería.  Esa petición a Dios la repetía a lo largo de toda la mañana del día sábado que se la pasaba lavando toda esa cantidad de ropa.

Un día entro a un almacén donde vendían la lavadora de sus sueños y cuál no sería su sorpresa al encontrar que la bendita lavadora estaba a menos de la mitad de su precio. Margaret quedó muy sorprendida y no lo podía creer.

−Que ilusión−se dijo.

Inmediatamente tomo el móvil y llamo a su esposo a contarle de la lavadora y el precio increíble al que estaba rebajada la lavadora ese día.

El esposo inmediatamente le dijo que lo esperara.

−Espérame Margaret, voy para allá−

Cuando llego, le compro la lavadora y Margaret se sintió feliz y encantada, porque de ese momento en adelante solo tenía que llenar la lavadora de ropa y listo.